miércoles, 4 de diciembre de 2013

All you need is...Liverpool



“In the town where I was born lived a man...”
Este 'pueblo' del que habla Paul McCartney en Yellow Submarine no es otro que Liverpool, ciudad que vio nacer a la que es considerada por muchos la banda más grande de la historia de la música: The Beatles. 

A tan sólo 2 horas en tren al norte de Londres se encuentra el segundo núcleo metropolitano más grande de Inglaterra y, posiblemente, el más importante en lo que a la escena musical se refiere. Sin embargo, yo decidí que ese viaje era muy fácil (¿2 horas? Es muy poco) y cogí un autobús que me llevo allí en, quizá, las 5 mejores horas en bus de mi vida. 

Era una fría mañana de noviembre y me dispuse a emprender un viaje que me llevaría a la ciudad donde actualmente reside mi amigo y traductor de canciones de los Beatles: Sir Yeray García, cuyas paranoias y vicisitudes podéis leer aq. Se presentaba una mañana larga a bordo de un bus que me había costado 5 librillas. Ya os podéis imaginar la calidad que esperaba encontrarme. 


Sin embargo, cuál fue mi sorpresa cuando apareció ante mí un Megabus (compañía muy recomendable) ultramoderno con chófer de esmoquin, asientos de piel, dos plantas, baño y, afortunadamente, WI-FI. Creo que no se puede pedir más por 5 pounds (lo que valen 4 cervezas en el supermercado barato). Lo que se suponía un viaje agónico en bus destartalado se convirtió en un apacible trayecto con magníficas vistas de los prados ingleses y los 4 de Liverpool como banda sonora.

Una vez allí comenzó la aventura liverpuliana de dos días, con sus respectivas noches, en las que no faltaría la buena música, el buen cine, la buena compañía y, por qué no decirlo, el buen tequila. 

Día 1
Tras atravesar el centro de Liverpool en dirección contraria a la masa, dejamos las cosas en el loft de Yeray, comimos y visitamos el centro de la ciudad. Diría que fue una tarde divertida, pero teniendo en cuenta la hora a la que anochece en Liverpool sería más apropiado hablar de una temprana noche a partir de las 16h. Lo primero que me sorprendió de la ciudad fue la “amabilidad” de la ciudad. No hablo de las gentes, sino de la facilidad para pasear por sus calles, ya que el centro tiene grandes zonas peatonales y varias plazas agradables y, además no está abarrotado de turistas como la capital. 

La contraposición de las dos catedrales, católica y anglicana, es uno de los puntos fuertes en cuanto a turismo cultural y arquitectónico. Por un lado, la catedral gótica anglicana es una de las más grandes de Europa y su interior es realmente impresionante. Al lado hay un cementerio propio de película clásica de terror. Por otro lado, y situada justo en contraposición con la anglicana, se encuentra la moderna catedral católica, aunque nadie diría que es una catedral viéndola desde fuera, ya que parece más una gran planta de incineración gigantesca. Sin duda un tipo peculiar el que se le ocurrió esta idea. Todo en ella es sorprendente, desde la gran escalinata hasta la puerta como las esculturas de la misma y, sobre todo, la estructura circular del interior con el sacerdote situado en el centro de la sala. La luz entra por las amplias cristaleras de tonos azulados y provoca una sensación de frío tecnológico, no sé si me explico. 


No parece el lugar donde se pueda oficiar una misa, transmitir un mensaje de amor y solidaridad y todo eso, pero demuestra un avance con respecto a las típicas catedrales medievales tan manidas. ¡Por fin un Dios que nos dejaría usar los iPhones (Alcatel OT 918 si eres pobre) en la iglesia! A pesar de lo que pueda parecer, la catedral anglicana, la que se enmarca dentro del estereotipo de catedral, se terminó de construir unos años más tarde (1978) que la católica (1967). Concluimos la visita al centro viendo como la gente se caía en la pista de patinaje de hielo; sin duda uno de los momentos cumbres del viaje. 

Por la noche hicimos una escapada a la zona de pubs que, a pesar de ser domingo, estaba especialmente animada, es decir, llena de ingleses borrachos. A diferencia de Londres (y ¡gracias a Dios!) entrar en los pubs de Liverpool es gratis y, por lo que pude ver, muchos de ellos ofrecen música en directo. Además, viniendo de Londres todo me parecía una ganga.

 El sitio de los tequilas de sabores a una libra es parada obligada para cualquier turista en Liverpool. Normal, limñon, fresa, frambuesa, gominola, cereza, tabasso, coco, piña y así hasta más de 30 sabores diferentes en el Saba; no dejéis de ir, amigos. Las patatas fritas con paprika a un euros terminaron de hacer la noche inmejorable.



Día 2
En el segundo capítulo de aventuras por Londres Liverpool visitamos toda la bahía de la ciudad: la zona del puerto, los edificios más emblemáticos de la ciudad y la zona baja de la ciudad. Antes de esto, y a petición de un servidor, fuimos a Anfield, el estadio del Liverpool y “una de las catedrales del fútbol” en Inglaterra. Será un catedral por dentro, pero por fuera es más bien una iglesia de un pueblo perdido de la España más profunda tras la guerra civil. Tal y como me advirtieron, y yo me negué a creer, fue una completa decepción (aquí es donde entrar los “ya te lo dije”).  A continuación fuimos a la bahía a ver las Three graces (las tres gracias), tres edificios de carácter neoclásico de los que cuentan unas historias muy curiosas sobre pájaros que si se miran destruyen la ciudad y que, además conforman un conjunto declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO presidiendo la costa liverpuliana. 

Por la tarde, la biblioteca y el museo nos acogieron durante unas horas de cultureta antes de la  llegada del momento más esperado para mí: The Cavern. Para el que no lo sepa, The Cavern es el emblemático pub donde los Beatles actuaron por primer vez juntos y donde, por ende, nació el grupo y todo la revolución musical y social que trajo consigo. Sorprendentemente, y tras más de 50 años, el pub sigue ofreciendo música en directo, aunque ahora ya todo está relacionado con los 4 de Liverpool. Toda la ciudad se alimenta y vive del legado del grupo, pero The Cavern especialmente. Tras atravesar la mítica puerta del bar hay que bajar tres pisos de escaleras hasta llegar al pub en cuestión, que hace honor a su nombre y es una auténtica caverna llena de mesas, sillas y fotografías de la banda por todas partes. Es el lugar ideal para tomarse una cerveza (o dos, o tres) mientras disfrutas del talento de artistas locales versionando a los Beatles, entre otros grupos. Los hay mejores y peores, pero el show está garantizado si eres un fan incondicional como yo.  En este enlace se pueden consultar los horarios y los precios para entrar. Estos varían según el día, la hora y el artista que esté tocando en cuestión y muchas de  las actuaciones son gratuitas. Los sábados hacen una recreación de la banda entera con 4 artistas y una semana al año es la semana Beatle.


En nuestro caso, estuvimos 2 horas escuchando cantar a este señor: 
@rayogarcía, Jimmy Cuborn y un servidor

Esta mezcla de Paul McCartney y Howard Wollowitz estuvo casi dos horas sin parar tocando y cantando temas como In my life o Help, pasando por Day Tripper o Come Together. Y nosotros con él. Tanta emoción nos vio en la cara, fruto en parte de la Guinness recién servida, que nos dedicó Revolution con el siguiente mensaje: 

'Para los dos chicos de aquella mesa que no paran de hacer palmas y sonreír' -

Jimmy Cuborn

Parecerá una tontería, pero en ese momento fue bastante emocionante. Después de este momento de euforia y aún con la cabeza llena de melodía compramos kebabs y terminamos viendo The world’s end, película que, a pesar de su nombre, no va de una hecatombe zombi ni de una invasión alienígena, sino de un grupo de amigos que se van de borrachera con consecuencias impredecibles (léase con voz de terror y misterio). 

A la gélida mañana siguiente saqué mi ticket to ride  y cogí un tren que me devolvió a la capital de Europa tras dos day trip en Liverpool, ciudad a la que seguro volveré aunque sea volver a twist and shout en The Cavern.
Get back, get back. Get back to where you once belonged.”


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